Según las autoridades, el deslizamiento dejó 500 personas y 163 viviendas afectadas. La población también se ha visto afectada por alteraciones en los servicios públicos.
ALAUSÍ, ECUADOR — Las intensas lluvias de las últimas horas aumentaron el riesgo para los 300 rescatistas y decenas de pobladores que se encuentran laborando sobre un gigantesco deslizamiento de tierra en el centro sur de Ecuador que ha dejado al menos 13 fallecidos y 67 desaparecidos.
Cristian Torres, secretario de Gestión de Riesgos, dijo el miércoles que debido a la saturación de agua en la parte alta de la montaña en Alausí -222 kilómetros al sur de la capital-, “se suspendieron las tareas de búsqueda y rescate porque el terreno es inestable” y señaló que los técnicos realizan trabajos para encauzar el agua hacia los costados y reducir la amenaza.
Añadió que hay posibilidades de deslizamientos como el que ocurrió el domingo en la noche en Alausí en cerca de una decena de sectores del país, donde se ha coordinado con las autoridades locales para que dispongan la evacuación de la población.
La zona era el miércoles una gigantesca y resbalosa masa oscura de lodo a la que ingresó maquinaria pesada acompañada de perros entrenados para detectar cuerpos humanos bajo tierra.
Orlando Vallejo, jefe del Cuerpo de Bomberos de Riobamba, confirmó el hallazgo de una víctima fatal entre los escombros durante la mañana, con lo que subió a 13 la cifra de fallecidos. La tarde del martes habían sido hallados otros cinco cuerpos.
Los recientes rescates dan esperanza a Cristian Quito, quien busca a sus primos Humberto y Armando, dos agricultores que el domingo desaparecieron mientras dormían en esa zona de Alausí.
“Ellos pasaban en el campo trabajando, pero como era domingo bajaron Alausí, a la casita que tenían, para llevar provisiones para las labores de la siguiente semana. Ya no pudieron salir”, dijo entre lágrimas a The Associated Press.
Torres afirmó que entre evacuados y afectados hay unas 500 personas, aunque el número podría aumentar en las próximas horas porque se trabaja con líderes comunitarios y dirigentes del sector para que se terminen de desocupar las propiedades en los flancos del deslizamiento, una área considerada inestable.
Aclaró que la zona bajo alerta es de unas 247 hectáreas, alrededor y especialmente por arriba de la zona de desastre, buena parte de ella de baja densidad de población, de acuerdo con mapas de la zona.
Leonor Coro vivía en el barrio El Calvario, que fue evacuado por precaución. Como no tenía los medios para llevar sus muebles o animales apenas guardó un poco de ropa en cuatro bolsas.
“Voy dejando todo, mi casa, mis animales. Prefiero irme, a veces por necio uno se aferra, pero la vida de mi madre, la de mis hijas y nieta son primero”, aseguró a AP y expresó su esperanza de encontrar trabajo en algún otro lugar.
La noche del domingo un gigantesco alud de tierra, piedras, árboles y escombros borró todo lo existente en una ladera de 150 metros de ancho por unos 700 de largo donde había al menos 50 viviendas y edificaciones de hasta tres pisos.
En al menos tres albergues comen y duermen decenas de personas afectadas por el desastre que en cuanto amanece salen en dirección al deslizamiento para averiguar las novedades e integrarse a las labores de búsqueda.
El sitio había sido declarado en alerta amarilla hace dos meses y el día anterior a la tragedia las grietas y los tremores de la tierra empezaron a aumentar notablemente, por lo que una parte de la población abandonó el lugar pero otros se negaron a salir.
Según las autoridades el deslizamiento dejó 500 personas y 163 viviendas afectadas, así como 150 metros de carretera, el 60 % de la red de agua potable y el 20% de la red de alumbrado público.
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